La definición de “patrimonio histórico” hace referencia al conjunto de bienes que se poseen, que pueden ser materiales o inmateriales, de carácter artístico (arquitectónico, escultórico, etc.), paleontológico, arqueológico, etnográfico, documental, bibliográfico, científico o técnico, así como sitios naturales o parques, que por su ecosistema o valor histórico deban ser protegidos. Como podemos ver es un concepto amplio, que engloba prácticamente todas las áreas y que podríamos resumir en una idea tan simple como la de “todo aquello que vale la pena ser conservado”.

En Ibi tenemos mucho de “eso que merece la pena conservar”, pero a veces, el hecho de que nos sean tan cotidianas, provoca que no seamos totalmente conscientes de su singularidad y valor, por eso a veces nos sorprende que personas que vienen a visitarnos, aprecien tanto algunas cosas de Ibi que a nosotros casi nos pasan desapercibidas.

Ibi cuenta con edificios singulares como el Ajuntament Vell,  las ermitas, la Casa Castelló, la Casa Gran, el Molí de Paper y muchas viviendas que pueden ser catalogadas de singulares. Es innegable el patrimonio natural y arqueológico ibense, con parajes como el Barranc dels Molins o la zona de Les Hortes. Sin embargo, las herramientas para proteger y conservar este patrimonio, o bien están desactualizadas, como es el caso del Catálogo de Bienes y Espacios protegidos de Ibi, o bien no están terminadas, como ocurre con nuestra Carta Arqueológica. Aunque parezca de Perogrullo, lo que no está protegido, está desprotegido y por tanto, con la ley en la mano, muchos de estos recursos pueden ser vendidos a particulares, modificados o incluso en algunos casos, destruidos.

La protección no siempre es fruto de la iniciativa de la administración. En muchos casos es la ciudadanía la que “empuja” a la conservación de un patrimonio. El ejemplo más claro lo tenemos en Ibi con el Molí de Paper, un patrimonio que, tras la presión ejercida por el Col.lectiu Saginosa, algunos partidos políticos, entre ellos el PSOE, algunas asociaciones y numerosos ciudadanos a título personal, forzaron al actual equipo de gobierno a adquirirlo e iniciar su restauración, algo a lo que llevaban legislaturas oponiéndose. Ese mismo esfuerzo colectivo es el que necesitamos para conservar otros muchos edificios y parajes singulares.

Una ciudad que pierde su patrimonio, pierde su personalidad, su esencia, su historia, su encanto. Cuando un ciudadano dice sentirse orgulloso de su población, en gran medida alude a su patrimonio.

Se dice que los ingredientes del éxito son el deseo y la determinación, en ese orden. Ibi y su tejido social ha demostrado en muchas ocasiones una determinación firme. Tan solo nos falta el deseo. Debemos creer en nuestro patrimonio, en sus beneficios, en su potencial, en su valor. Mantengamos la mente abierta y entendamos cada céntimo destinado a su recuperación como una inversión, no como un gasto. Pero el tiempo siempre juega en contra de estos bienes. Esperemos no hacer bueno el dicho popular de que “no se valora lo que se tiene hasta que no se pierde”.

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