Por Alejandro Nadal 

¿Hasta dónde llegará la crisis? A medida que se profundiza y agrava, y frente a un horizonte de estancamiento que se alarga, las perspectivas sobre su naturaleza van evolucionando. La idea misma de recuperación comienza a desdibujarse. La crisis permite ver lo absurdo que era la normalidad.

No existe en la actualidad un componente de la economía mundial que pueda funcionar como motor y que sea capaz de llevar a una nueva fase de expansión, con empleo creciente y mejores niveles de vida para el grueso de la población. Estados Unidos se mantiene con graves problemas estructurales. Su economía fue el epicentro de la crisis y no ha podido cristalizarse la recuperación y el desempleo se mantiene alto. El estímulo fiscal concluyó y esa opción de política se cerró. La flexibilización en la política monetaria se ha mantenido, pero los agentes están en un proceso de des-apalancamiento, así que no sorprende que el crédito no fluya. Bancos y centros corporativos están apoltronados en volúmenes de liquidez extraordinarios, pero sin imprimirle dinamismo a la economía. Todo esto se complica por el hecho de que una parte importante del sector manufacturero fue desmantelada en las últimas décadas. Sus bancos esperan el coletazo de la crisis europea.

Europa está en un túnel cada vez más oscuro. La banca europea está amenazada por sus altos grados de exposición en deuda soberana de los países con mayores problemas. Una moratoria en Grecia traerá aparejado un descalabro mayúsculo para bancos franceses (los más expuestos), alemanes, belgas y holandeses. Así que se busca una reestructuración con quitas de hasta 60 por ciento en el principal. Con ese tipo de pérdidas será necesario recapitalizar los bancos y ya Sarkozy y Merkel salieron de su último cónclave asegurando a quien quiera escucharles que la banca europea será recapitalizada.

Eso quiere decir que los políticos europeos aceptan que es necesario inyectar recursos fiscales a los bancos (y hasta pedirán una aportación de otra fuente de recursos públicos, el Fondo Monetario Internacional). Los cálculos más conservadores indican que se necesitarán entre unos 500 mil millones y un billón de euros. Con esas cantidades es posible que hasta la calificación de la deuda alemana y francesa salga con raspaduras.

Por lo tanto, es evidente que ni Estados Unidos ni Europa serán los motores de una expansión económica sostenida para los próximos años. ¿Podría China desempeñar ese papel? Se ve difícil. La economía está enferma de su propia (y gigantesca) burbuja de bienes raíces. La expansión de crédito de los últimos años llevó a una orgía de inversiones que generaron capacidad excedente en muchos rubros estratégicos. A pesar de su muy dinámica industria de la construcción, China sólo ha podido consumir 65 por ciento de su producción de cemento durante los últimos cinco años. En la producción de acero China tiene una capacidad excedente superior a los 200 millones de toneladas (suma comparable a la producción anual de Europa y Japón). La burbuja de bienes raíces alcanza dimensiones astronómicas: hoy existen 3 mil millones de metros cúbicos desocupados y este año se espera se añadan otros 200 millones de metros cuadrados. Las ciudades fantasma en China ya son legendarias y pueden verse en imágenes de satélite en diversas páginas de Internet. La verdad es que la continua expansión del sector de la construcción es lo que permite evitar la explosión de descontento que permanece latente. El impacto del estancamiento en Estados Unidos y Europa podría llevar a una fuerte reducción en el ritmo de crecimiento (quizás llevándolo a 4.5 por ciento en 2012) y eso puede significar un tsunami de protestas sociales.

En China el crecimiento especulativo no es nuevo, pero con el estímulo de 2008 las cosas empeoraron: una proporción muy alta (quizás hasta 50 por ciento) de los créditos se destinó a la especulación en todo tipo de inversiones. La corrupción y los contactos permitieron a las empresas públicas obtener créditos preferenciales que también alimentaron la especulación y la expansión productiva desenfrenada. Con razón muchos analistas afirman que la nueva muralla china está hecha de tofu.

Entonces, ni Estados Unidos ni Europa. Tampoco China. Japón no ha podido levantarse después del terremoto y tsunami de marzo 11. La India y Brasil podrían seguir creciendo a un ritmo alto (nada lo garantiza). Pero, de cualquier manera, no pueden desempeñar el rol de motor de la economía mundial.

La única fuente de legitimidad del capitalismo podría residir en su capacidad de elevar el nivel de vida de las masas. Es discutible si puede hacerlo de manera sostenida o si sus contradicciones internas se lo impiden. Pero lo que sí sabemos hoy es que las perspectivas para la economía mundial son desfavorables. Es muy probable que estemos viendo la llegada de una década de estancamiento con su secuela de desempleo, desigualdad y pobreza. La naturaleza de la crisis comienza a evolucionar. De crisis económica y financiera, ya está pasando a la crisis política. Hay que estar preparados.

Fuente: ATTAC.ES

 

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