Por Carlos Carnicero

Soy un convencido de que José María Aznar es personalmente responsable de la malversación de la política española. Cuando llegó a la presidencia del PP estableció un código de comportamiento partidista en el que todo estaba permitido. Cualquier cosa se podía decir en voz alta si podía deteriorar al adversario; por sórdida que fuera, era legítimo utilizarla en la tecnología de la destrucción que terminó por convertir al competidor en enemigo.
En ese tipo de dialéctica no se le puede conferir al enemigo ni un ápice de virtud y todo lo que provenga de sus filas debe ser demonizado. Se empezó a construir una España de trincheras en la que desde la de enfrente sólo podía llegar metralla que era necesario devolver.

El aznarismo murió víctima de su soberbia: introducir a España como promotor de la guerra de Irak contra la voluntad de casi el noventa por ciento de la población fue un reto imposible. Aznar ya es historia. Se mece entre los negocios, la utilización de los restos de su prestigio para hacer dinero y para predicar el radicalismo neoconservador en un lobby de intereses en el que su yerno Alejandro Agag pasa el rastrillo. Pero la tecnología de Aznar ha dejado una huella profunda en la política española que es una siembra de buenos y malos reversibles en función del punto de análisis.

El fanatismo se sostiene sobre el descrédito del adversario más que por el soporte de las propias convicciones. Cuando se desea desacreditar un argumento se insulta a quien lo promueve. Se siembra la sospecha de que existen intereses detrás de los postulados que no se terminan de confesar.

Esta mecánica inquisitorial hace que no se pueda concebir la libertad de pensamiento de quien analiza las propuestas en función del valor que se les intuye y no de la procedencia desde donde se formulan.

El mayor triunfo de José María Aznar es haber contaminado con sus procedimientos a muchos que se creen de izquierdas y que enarbolan el frentismo como la única posibilidad de ejercicio de su pensamiento. Internet también está lleno de aznaristas de izquierdas. No hace falta más que leer muchas de las opiniones que se vierten en estos foros.

El aznarismo tiene cura pero pertenece al área del conductismo psicológico. Quienes padecen esta enfermedad deber repetir antes de sentarse al teclado: los demás tienen derecho a pensar diferente. Es un tratamiento largo, pero al final da resultado si se persevera y se tiene un adn con restos de pensamiento democrático.

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